No sé si es porque hoy me han invitado a una cena de Acción de Gracias
y he pensado que será un buen momento para seguir practicando la meditación de
la gratitud. Lo cierto es que, de repente, me he acordado de la prueba final
que me hicieron para certificar, con un papel, que estaba completamente sano…
Estaba en una especie de rosco y en mi mente sólo había gratitud. En
lugar de ver los pensamientos pasar, veía las caras de toda la gente que había
conocido durante todo ese tiempo y que, de alguna manera, me habían empujado
hasta allí, a culminar con buen pie la meta. Veía una cara y agradecía los
momentos vividos con ella, luego pasaba otra y hacía lo mismo. De vez en cuando
se me colaba algún pensamiento como “están tardando mucho, seguro que es porque
han visto algo”, pero automáticamente los hacía callar. En ese momento no
conocía el “no sé” o “este pensamiento no significa absolutamente
nada”, pero instintivamente me salía silenciarlos: ¡¡¡ssssssshhhhhhhhh!!! Las
caras se sucedían y cada una de ellas me transmitía confianza…
¡Qué gratitud tan inmensa siento! No sé cómo explicarlo…
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