Quiero
conseguir mirar donde tú miras, me decía. Pero dónde crees que
miro, le preguntaba sorprendido. No sé, pero tus ojos parece que
miran a todo y nada, eso me decía. Con Julen hice algo que cada vez
que lo recuerdo me entra la risa y mis mejillas se sonrojan de la
vergüenza. Aquel día, después de visitar a Patricia, acabamos los
dos haciendo aquello que a él le apetecía, tumbarnos boca arriba en
el suelo de un abarrotado Centro Comercial con los ojos puestos en el
techo y sin miedo al qué dirán, con vergüenza, pero sin miedo.
Allí permanecimos un rato, mirando los globos olvidados
que chocaban contra el techo y no podían seguir su camino, ajenos a
las miradas de la gente que pasaba...
La
última vez que volvió a Lanzarote me dijo que ya no había globos
en el techo. Los habían quitado, se habían liberado... La
experiencia la recordaba, también le había marcado. Amigo, espero que estés
disfrutando de mirar donde querías mirar...
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