Mi amiga lo tenía claro: déjame a mí la correa que yo la manejo bien. Eso
me lo dijo cuando fuimos a dar un paseo con su mascota. Si yo hubiera estado
sujetando la correa, probablemente me hubiera llevado más de un tirón y tendría
la mano tensa de cogerla con fuerza, pero ella la llevaba muy bien, el perro a
sus pies, dejando claro quién guiaba...
Lo mismo sucedería con la mente. La mente debería estar a nuestro
servicio para utilizarla como guía, pensando de forma funcional, dejando claro
que esa es su única función y no identificarnos con toda la artillería de
pensamientos disfuncionales que se generan cada día, dicen que por lo menos
sesenta mil al día. Imagínate por un momento siendo guiado por la mente,
colocándote la correa alrededor del cuello y que sea ella la que tira de la
misma. Una locura, ¿verdad?
Mejor al revés. Tú eres el domador y la mente estará a tus pies, como
una fiel servidora. Es un instrumento pero no un maestro. Si se alinea
contigo, no tiene por qué obstaculizar tu camino. Si se alinea contigo, no
se opondrá a tu felicidad…
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