El silencio, ese fue el gran protagonista, comer en silencio, caminar en
silencio, hablar en silencio. Hasta día y medio después no supe si era un
ratón, una rata o una cucaracha lo que estaba en la habitación, y eso que mi
colchón estaba en el suelo. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero como no
podías hablar, no fui curioso. Lo respeté al máximo, porque así te llevas la
experiencia del silencio…
¡Ay, ay, ay!, diría la niña madre, esa que se quiere y se hace
querer a partes iguales. ¡Corre, coooorre...!, le diría el gato curioso al ratón o
el ratón al gato, lo mismo da. Lo bonito fue conocer a gente linda e
interactuar con ellos a través del silencio. A veces, si no todas, las palabras
sobran, solo hacen tapar la verdad, esa que siempre está ahí y que la podemos
sentir a través de las miradas. No hace falta adornar con palabras lo que se
muestra ante nosotros…
Gracias a todos por el fin de semana. ¿Y la borrasca, qué fue de la
borrasca?
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