Ayer fui al banco a retirar unas libras que necesito para mi próximo
viaje a Londres y mi amiga la banquera, como a mí me gusta llamarla
cariñosamente, me sorprendía diciéndome que cómo había cambiado. Antes no
paraba de trabajar y ahora no paraba de viajar. La verdad es que no sabía que
tuviera esa percepción de mí, ni siquiera yo mismo pero, si me remonto a unos
cuantos años atrás, es verdad que no paraba de trabajar, hasta incluso en dos
trabajos a la vez. Ahora, en cambio, trabajo para vivir y, el resto del tiempo,
lo dedico a vivir. El equilibrio perfecto, trabajar justo lo necesario.
Además, me gusta el trabajo que hago…
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