jueves, 29 de enero de 2015

A un paso...

Estoy a un paso, a un paso de participar en un nuevo taller de pintura organizado por el Grupo VIVE. Hoy, a las 17.00 horas, volveremos a reunirnos en casa de Eli para pintar, o al menos intentarlo, lo que ella proponga, pero con total libertad para expresar lo que sientas. Sí, un encuentro que, sin duda, te aportará disfrute y relax, así que todos aquellos que quieran pintar, y no precisamente la mona, están invitados...


Y también estoy a un paso, a un paso de vivir una gran aventura...

miércoles, 28 de enero de 2015

No hay culpables, sino responsables

Responsabilidad significa habilidad en la respuesta, pero si con esto no queda claro, responsable es ser consciente en cada momento de lo que estamos haciendo...


Tú eres responsable de tus decisiones, incluso cuando parece que no quieres decidir nada, estás decidiendo no decidir nada. Por eso no hay que echarle la culpa a nada ni a nadie, ni siquiera a ti mismo. No hay culpables, sino responsables. Actuaste del modo perfecto en el momento perfecto. Nadie me ha hecho nada, sino que me lo hago a mí mismo, con mi percepción...

lunes, 26 de enero de 2015

El hombre que tuvo la fortuna de fracasar

Al final lo encontré en una librería paseando por Barcelona. El hombre que tuvo la fortuna de fracasar llegó a mis manos porque un día alguien lo nombró y el título me llamó la atención, y de la misma forma que llegó lo voy a dejar a quien lo quiera leer. Yo ya lo he terminado y su último párrafo es...

El universo te pone continuamente frente a opciones. Ocurren cosas ante tus ojos. Las rehuyes por pereza, por rutina, por vergüenza o quizá por miedo. O reconoces que algo, todavía no sabes qué, se abre ante ti. Y lo sigues. Nada es casual, todo es causal. El universo es sabio. Se nos asignan continuamente papeles que debemos interpretar. Acéptalos y hazlo lo mejor que puedas”


viernes, 23 de enero de 2015

Un manto de flores amarillas

Por fin, ayer, llegó la conversación que tenía ganas de tener con mi sobrino desde hacía un tiempo. Mientras íbamos en el coche camino del Deiland le empecé a contar que había ido al hospital a buscar los resultados de la revisión y, de repente, le dije “porque no sé si sabes que lo que realmente tuve fue un cáncer”. Entonces me miró fijamente y me preguntó si podría haber muerto. Sí, claro, le contesté, pero no lo estoy porque sané, y por eso te lo quería contar, para que no asociaras el cáncer con la muerte sino con la oportunidad. Al final tenía razón, me dijo, porque se lo había preguntado a mi madre y ella me dijo que no. ¿Mi madre lo sabe?, me preguntó tan inocente. Sí, pero seguro que a ti te decía que no para que no te preocuparas, le contesté. ¿Y cómo te enteraste?, me volvió a preguntar. Pues porque me hicieron una analítica y los parámetros estaban algo descontrolados. ¿Pero qué fue lo que te provocó eso?, me volvió a preguntar. Se refería a si había comido algún alimento o algo para él dejar de tomarlo. Ante tantas preguntas no sabía cómo seguir abordando la conversación con un niño de 11 años con ansias de conocer, pero al final le dije que no tenía nada que ver con eso, que no fue porque comí tal cosa o bebí tal otra, que a veces las enfermedades aparecen sin más y que puede que todo sea emocional. Mira Diego, yo ahora estoy feliz porque hago lo que siento y antes, tal vez, no. Por eso siempre tienes que seguir a tu corazón y confiar plenamente en ti. Es importante valorarte y que te quieras mucho. No esperes a que los demás te quieran, que también está bien, sino quiérete tú mismo. Sí, asentía cada vez que le decía algo. Y de repente me suelta “¿tú ya no discutes?”. Empecé a sonreír y le lancé otra pregunta, si pensaba realmente que ya no discutía. No, desde que te pasó eso no te he visto discutir, me dijo. Entonces mi respuesta fue que alguien me preguntó una vez “¿qué prefieres, razón o salud?” y, a partir de ahí, me di cuenta de que antes discutía mucho porque quería imponer muchas veces mi razón, pero que lo verdaderamente importante es tener salud, porque yo la quería recuperar, y ahora que estoy sano sigo prefiriendo tener salud a tener razón. Todo lo demás, no tiene importancia...


No sé, simplemente sentí que esta conversación la tenía que tener algún día con mi sobrino, para que se le fueran ciertos miedos, y justo llegó ayer, con un manto de flores amarillas como testigo. Se percató él primero y disfrutamos de la vista los dos...

jueves, 22 de enero de 2015

Con cara de cordero degollado

Hoy volví al hospital a recoger los resultados de mi última revisión y me encontré nuevamente con la Doctora Ramos, a la que no veía desde hacía más de un año porque estaba de baja por maternidad. De hecho hoy me la encontré de casualidad, porque ella ya no atiende las consultas pero tuvo que sustituir a la que normalmente lo hace. Pero bueno, las casualidades no existen y volvimos a fundirnos en un abrazo y la conexión creada entre nosotros volvió a florecer, como si no hiciera tanto tiempo desde la última vez que nos vimos. La Doctora Ramos es de esas personas que hacen sentirte bien, que te acogen y que intentan transmitirte ánimos. Me acuerdo que tras mi última sesión de belleza (ya no me iban a dar más porque quedar más guapo era imposible) le dí las gracias, gracias por la sonrisa con que me recibía cada vez que iba, gracias por la fuerza que me daba, gracias por su vocación y la pasión que ponía en lo que hacía. Y ella se emocionó delante de mí, y mientras lloraba yo le decía que no siempre hay que recibir críticas, sobre todo los médicos que están acostumbrados a ello, que también tenían derecho a recibir halagos, que si alguien estaba agradecido por su labor también tenía que expresarlo, y como yo lo estaba, pues le daba las gracias, porque por aquel entonces ya empecé a expresar el agradecimiento por todo lo que me rodeaba...


Hoy me la volví a encontrar, y como ya me conoce, me empezó a preguntar por mis viajes. Sorpréndeme, me decía, y yo le contaba. Lo gracioso fue cuando le comenté que el otro día mi otro médico le dijo a una paciente que le recomendaba no viajar, que primero tenía que sanar y después volver a recorrer el mundo. Entonces yo le decía a ese otro médico que a mí nunca me dijo eso, que a mí incluso me animaba a viajar. Él me respondió que me ponía a llorar y suplicaba que me dejara y yo me echaba a reír pensando que era un exagerado. Pues bien, la Doctora Ramos dice que no lloraba pero que le ponía cara de cordero degollado y deslizaba la petición de viajar como quien no quisiera la cosa, a ver si me dejaban. Ajá, pues ya dos médicos coinciden en eso, al parecer ponía cara de niño bueno para que me dejaran viajar. Pues eso fue lo que hice, viajar, que la vida siguiera su curso normal mientras resolvía mi reto. Las carcajadas se sucedieron, terminó la consulta y nos despedimos con un fuerte abrazo. Y ni falta hace decir que los resultados están bien...

miércoles, 21 de enero de 2015

Cosas que guardé en una caja

Pasan los años y me sigo acordando de la primera estrofa de un verso que recité en las fiestas navideñas de mi pueblo...

Aunque ustedes me vean así,
gordito como una ceba y
coloradito como un cochino de granja,
no se crean que es de comía,
es de la leña que me da mi mujer
que se llama Sofía”

Tendría nueve o diez años, no más, y seguramente no me apetecía en absoluto recitar ningún verso, y mucho menos delante de la gente, pero probablemente mi madre me obligó porque si lo hacían todos los niños yo también lo tenía que hacer. Además, mi aspecto coincidía con lo dicho en la estrofa, que estaba gordito y coloradito, lo que aumentaba mi vergüenza. Y mientras recitaba mi verso la gente se reía, no sé si por lo bien que lo hacía o porque ya me imaginaban casado con Sofía...


Cómo cambian las cosas, ahora ya no siento vergüenza, y además me gusta hacer teatro, aunque sea de vez en cuando. Hoy, al niño acomplejado de la foto lo miro con ternura y agradecimiento, porque soy lo que soy gracias a todo lo que fui...


Y también encontré otras cosas que tenía guardadas en una caja, como el testimonio que estaba escribiendo Jezabel para el libro “Sea más feliz que el Dalai Lama”, que un día se le ocurrió dármelo en el hospital y lo leí mientras recibía uno de mis tratamientos de belleza. Lo curioso es que hace poco lo volví a releer en el libro y recordé ese momento, porque a partir de esa lectura todo comenzó a cambiar. Una sonrisa dibujó mi cara al volver a encontrarme con esos papeles. Quién me iba a decir a mí por aquel entonces que al final también aparecería mi testimonio en el libro...

martes, 20 de enero de 2015

Frases que llegan

Sí, a veces hay frases que llegan cuando menos te lo esperas. El último día estaba pidiendo no ser exigente y, esa misma tarde, alguien me regala esta frase: sé exigente con la no exigencia. Toma ya, blanco y en botella, y a seguir viviendo y sintiendo, sobre todo haciéndolo con el corazón...

Y es verdad que hace unos cuantos días que no escribo, entre otras cosas porque he tenido días libres y cuando tengo uno de esos días intento hacer algo totalmente diferente, cosas que no suelo hacer porque estoy trabajando, como irme a un Spa y disfrutar de unas horas de relax. Y también porque no voy a escribir por escribir. A veces hay que estar en silencio, y hablar, en este caso escribir, cuando considere que dichas palabras sean más importantes que el silencio...

Y por aquí dejo otra foto de Polonia, tomándome un rico y calentito chocolate a la taza para combatir el frío que había fuera. Absolutamente delicioso...


Pues eso, sé exigente con la no exigencia. Toma ya...

miércoles, 14 de enero de 2015

Abajo la exigencia

Pensé que ya no era exigente conmigo mismo, porque antes pecaba mucho de eso y a veces arrastraba a los demás, pero de vez en cuando vuelve un halo de exigencia, exigencia conmigo mismo, que anula mi sentir. Pero eso no me hace venir abajo, sino que lo observo y al descubrir otra vez esos episodios me alegro y enseguida trato de modificarlos, entre otras cosas porque me restan bienestar. Abajo la exigencia...


...y arriba el corazón, porque eso es lo que estoy haciendo, actuar conforme a lo que siento. Hablando con el corazón, regalando angelitos que portan un corazón, haciendo las cosas con corazón, queriendo de corazón...


Sí, definitivamente, abajo la exigencia y arriba el corazón...

lunes, 12 de enero de 2015

Llorando como un niño

Paulo Coelho dice que “si tienes que llorar, llora como los niños. Fuiste niño un día, y una de las primeras cosas que aprendiste en la vida fue llorar, porque forma parte de la existencia. Jamás olvides que eres libre, y que mostrar emociones no es una vergüenza. Grita, solloza en alto, haz ruido si te da la gana, porque así lloran los niños, y ellos conocen la manera más rápida de sosegar sus corazones. ¿Te has fijado en cómo dejan de llorar los niños? Algo los distrae, algo llama su atención hacia una nueva aventura. Los niños dejan de llorar muy rápido. Eso mismo te pasará a ti, pero sólo si lloras como llora un niño”.


Nunca pensé que pudiera llorar de esa manera. Se me desgarró el alma, un sonido firme y potente emanaba de mi fuente, estaba soltando todo, absolutamente todo, y al final acabé riendo, llorando y riendo, sabiendo quién era el que lloraba y quién era el que reía...

Y ahora hacia dónde voy, me preguntaba, qué hago, me repetía. ¿Es un nuevo reto que me presenta la vida? Lloraba y reía, reía y lloraba...y al final siempre me acordaba de una cosa: pase lo que pase será lo mejor para mí. Y si es un nuevo reto, lo quiero, porque quiero retos que sé que me van a llevar a otro estado mejor...

Y a pesar de esto los resultados de la analítica salieron bien, y sentía que así iba a ser, que estoy sano porque no tengo incoherencias en mi vida. Me quiero, me amo y pase lo que pase será lo mejor para mí...

viernes, 9 de enero de 2015

Amigos

Acabo de tener esta conversación con alguien que me encontré y más o menos se resume así...

Yo: Hola, ayer ví a tu amigo.
Él: Bueno, amigo no, más bien conocido. Amigo significa algo más.
Yo: Sí, pero yo sentía que él era tu amigo de verdad, por la afinidad y conexión que tienen cuando están juntos.
Él: Sí, sí, nos llevamos bien y de hace años, pero para que sea tu amigo tiene que pasarte algo grave y ver si esa persona te responde.
Yo: A ver, pero tampoco tiene que pasarte nada grave para sentir que es tu amigo.
Él: Sí, porque a lo mejor no te responde como debería de responder.
Yo: Bueno, yo tengo la experiencia de pasarme algo grave y sentir que tenía amigos de verdad y esos amigos respondieron como tal. Creo que eso es vivir con desconfianza.

Bueno, lo de la desconfianza lo omití, por lo sorprendido que estaba con la conversación, y porque tampoco era nadie para hacerle cambiar de opinión. Si esa persona prefiere vivir con ese miedo a que sus amigos lo “traicionen” y por eso no los considera como tal, pues es su experiencia y bienvenida será...



Y hoy quedo con una amiga porque tengo algo maravilloso que contarle. Siento que vamos a sanar ambos...

jueves, 8 de enero de 2015

Deseos y peticiones

Ayer aprendí otra cosa nueva y eso me encanta. Es referente a los deseos y peticiones. Tenía claro que si tú, por ejemplo, pedías tener salud, es que en realidad no tienes salud porque la estás pidiendo. Pero si pides seguir teniendo salud, eso implica que la tienes pero hay miedo a perderla. Por lo tanto, simplemente hay que decir que eres salud, porque lo eres, y no tienes que pedir nada, porque no se pide aquello que ya se tiene. Y lo mismo con la felicidad, alegría o paz. Tú eres feliz, alegre y ya estás en paz, así que no hay que pedirla, simplemente agradecer que la tienes...

Estoy con cambios en mi casa, donando los libros que ya me he leído y no necesito, quitando la ropa que ya no uso... Es como si estuviera limpiando, sacando todo lo que no necesito. Y también estoy teniendo cambios en mi vida, cambios que no sólo dependen de mí y a veces me dan miedo, pero ayer también aprendí que el antídoto del miedo es caminar hacia aquello que temes. Pues eso es lo que estoy haciendo, caminando, porque soy feliz, y en el mundo sólo hay gente feliz y gente que pone excusas para ser feliz...

Y por aquí dejo algunas fotos de Polonia...




miércoles, 7 de enero de 2015

Buscando las uvas

Era el último día del año y hacía un rato que habíamos llegado a Cracovia después de un viaje de tres horas en tren desde Varsovia. Una vez dejadas las maletas en el cercano hotel a la estación, salimos en busca de un sitio para almorzar, para después adentrarnos por las calles y descubrir todos los rincones que nos ofrecía la ciudad. Encontramos un restaurante cercano a la plaza principal y allí probamos los pierogi, una especie de raviolis gigantes rellenos de carne muy típicos de Polonia, y allí también vimos por primera vez las sopas servidas en un bol de pan, pero eso lo contaré otro día en el episodio de las comidas, porque tanto las sopas como los chocolates a la taza han hecho de Polonia una experiencia muy gustosa...

Nada más terminar de almorzar nos dispusimos a pasear y al rato me percaté de que teníamos que comprar las uvas para comernos las doce justo antes de que acabara el año, porque eso sí, aunque lo celebre fuera, seguimos con la tradición española de las uvas. Y mira que esta vez nos costó encontrarlas, porque entramos en una pequeña tienda y no había, probamos suerte en otro pequeño supermercado y tampoco había, avanzamos unos pasos más hasta encontrar otro supermercado, pero tampoco había y, mientras seguía buscando, un programa sintonizaba en mi cabeza y decía: Uff, tú que habías escrito que te ibas a comer las uvas deseando salud, pues como no encuentres las uvas seguro que este año no vas a tener salud...

Es curioso, porque no recordaba haber puesto el programa en la maleta, pensé que lo había dejado atrás, pero ahí estaba, claro como el agua, con un canto celestial similar al de los niños de San Ildefonso cuando cantan el gordo de la Navidad. Gracias por participar, feliz año, le decía yo...

Y bueno, cuando ya pensábamos que en Polonia no era época de uvas y que tal vez deberíamos encontrar un sustituto como guindas, después de unas cuantas paradas más las encontramos en un supermercado y cogí un racimo, para qué más...



¿Y dónde me las comí? Pues en la Plaza del Mercado, que tenían montado un pedazo de escenario donde se iba a celebrar un concierto con la televisión polaca en directo. Con gente y ambiente, pero sin estar masificado, no como otros lugares que para acceder al punto exacto tienes que ir con demasiada antelación. Con frío, pero con ganas de bailar, sobre todo cuando suena una canción que me llamó poderosamente la atención por el ritmo que tenía. Días atrás, ya de vuelta a Lanzarote, la volví a escuchar y supe que era de Taylor Swift, “Shake it off”, que la traducción viene a decir algo así como quitárselo de encima. Pues me vino como anillo al dedo porque el programa me lo quité de encima, jeje. No lo sé, pero los polacos parece que la conocían muy bien porque se pusieron como locos a bailar, y viendo el vídeo no me extraña, porque a mí también me entran unas ganas locas de bailar sin control...


Y así fue como pasé el último día del año, tomándome las uvas sin las campanadas típicas de España donde un reloj nos guía cuándo llevarnos a la boca cada uva. Aquí no, aquí nunca sabes con lo que te vas a encontrar. En algunos países ni siquiera hay cuenta atrás, cada cual se guía por su reloj, y aquí sí que hubo cuenta atrás pero empezó desde el 8 al 0. Lo importante fue que me comí las uvas y deseé lo que quería desear, pero si no hubiera encontrado las uvas lo iba a desear igual...


martes, 6 de enero de 2015

Regalos



Llegué el domingo por la noche un poco cansado del viaje, pero el lunes me puse manos a la obra a envolver los regalos, y como me habían dado una genial idea de comprar papel marrón y lazos de colores, aproveché para personalizar los regalos y escribir frases sueltas que iba cogiendo del libro “Sea más feliz que el Dalai Lama”. Es curioso, pero a veces abría el libro al azar buscando una frase para una persona, y el dichoso libro se paraba en la frase idónea o que por lo menos a mi entender tenía relación con la persona en cuestión. Madre de Dios dije en alta voz en más de una ocasión…


Y hoy fue el día de Reyes, y mi sobrino de 11 años me despertó a las 5 de la mañana. Estaba impaciente y le dije que se acostara conmigo, por lo menos hasta las 7. Qué va, sólo aguantó unos minutos y después fue a despertar a la madre. Aún así, se contuvo hasta las 7 para juntos abrir los regalos. No estaba presente, pero sé que delante de la madre y al ver el envoltorio de los regalos le dijo algo así como: no sé pa’ qué gasta tanta tinta si al final se va a romper el papel. En fin, que lo hice porque me pareció una manera divertida y original de envolver. Y ni falta hace decir que la frase de mi sobrino nos hizo reír un montón…

Ya estoy de vuelta…