El
fin de semana me fui de retiro, un retiro que para mí era un gran
reto y oportunidad, oportunidad de expresarme sin estar condicionado
y sin miedo a ser juzgado. Cuatro amigas de muchos años atrás
también iban a vivir esa experiencia, en su caso, por primera vez, y
cuando me llamaron para preguntarme por el retiro les conté medias
verdades, y no porque la otra mitad fuera mentira, sino porque hay
cosas que no se pueden contar con palabras y porque, ni siquiera yo,
sabía lo que iba a pasar, porque cada vez es diferente. Éste ha
sido el
retiro de la risa,
porque la risa estuvo siempre presente, y desde minutos después de
comenzar ya intuía que iba a ser así. Risas que guiaron el hilo de
las meditaciones, risas liberadoras y sanadoras. Quería que ellas
tomaran la decisión de ir o no ir sin estar condicionadas ni
influenciadas, que decidieran por sí mismas, igual que yo decidí
asistir por mí mismo. Cada uno es responsable de su elección...
Al final apostaron
por ir y yo me mostré tal cual, más liberado incluso, y lo mejor es
que sentía total neutralidad ante su reacción. Si me hubieran
tachado de loco, quería darles un abrazo y expresar mi gratitud y
amor hacia ellas, y si con la experiencia vivida ahora me comprendían
mejor, pues igualmente sentía darles un abrazo y agradecerles haber
vivido juntos la experiencia.
Ya
en el aeropuerto de vuelta a casa, María
me comentó que ahora sí me comprendía.
Encajó las piezas del puzzle que le faltaban y yo sólo quise
fundirme en un abrazo...
Gracias por este fin
de semana de risas y aprendizaje...
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