Cuando
vas a una consulta médica normalmente estás asustado. En mi caso,
estaba aterrado. La experiencia con el doctor que me atendió durante
mi estancia en el hospital me inundó de miedo, pero ahora sé que no
hubo culpables, que yo, en lugar de verlo desde el amor, lo veía
todo desde el miedo. Tuvo que ser así y no de otra manera...
Pero
al día siguiente todo cambió. Me tocaba conocer al médico
especialista que iba a tratar mi diagnóstico. Recuerdo levantarme
esa mañana antes de ir a la consulta y suspirar “otro
médico más”.
Lo que encontré fue un auténtico regalo, alguien que me hizo reír.
No quise saber nada más ni preguntar por lo que vendría después,
sólo di las gracias porque ese médico me hizo reír. Y más
adelante vendrían más consultas y ese médico me seguía haciendo
reír, muchísimo. Y me abrazaba, me daba un fuerte abrazo antes de
despedirse de mí, tan fuerte, que a veces hasta me elevaba al cielo.
Al principio me sorprendía, pero después lo agradecía. Había
encontrado un médico atento, comprensivo, cariñoso. Hoy se ha
convertido en un amigo...
Y
como a alguien que conozco, que recientemente le han puesto el mote de
“Doctor
Amor”
porque se ha dado cuenta de que la
mejor medicina que puede recetar a sus pacientes es amor,
a través de sus palabras de cariño y abrazos, ahora sé que yo
también tuve la bendición de ser atendido por un Doctor Amor.
Gracias de corazón...
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