La
función del limpiaparabrisas
es limpiar el cristal tras o durante la lluvia, pero tú no te fijas,
o por lo menos no deberías, en el movimiento que hacen de izquierda
a derecha y viceversa, sino que mantienes la vista al frente y sigues
conduciendo el vehículo. Si estás pendiente de ese movimiento
monótono y repetitivo, probablemente te despistarás en algún
momento del trayecto. Si eso ocurriera, la responsabilidad no es de
los limpiaparabrisas,
porque ellos simplemente estaban haciendo su trabajo, limpiar el
cristal. La responsabilidad es tuya, por haber apartado la vista del
camino...
El
mismo ejemplo de los limpiaparabrisas
podría servir para los pensamientos. La función de los pensamientos
es generar conflicto y sacarte del ahora, pero tú no deberías estar
pendiente de esos pensamientos que van y vienen, sino seguir mirando
al frente y no apartar la vista de tu camino. Si te identificaras con
algún pensamiento que de pronto aparece la responsabilidad es
solamente tuya, por haberlo agarrado y no dejarlo ir. El pensamiento
es totalmente inocente, pues únicamente hace su función: generar
conflicto y sacarte del ahora. Tú decides...
Y ayer, en medio del
embotellamiento que se produce a la entrada de Arrecife por las obras
que se están realizando en la calzada, frené in extremis pero fue
inevitable darle al coche de delante. Lo primero que hice fue
recordar la simbología del accidente, que la vida me está diciendo
¡para! Encima, lo vi claro, porque fui consciente de que había
agarrado un pensamiento y estaba totalmente despistado. Me empecé a
reír y, tras solucionar el incidente en el que afortunadamente no
pasó nada, empecé a dar las gracias. Gracias al accidente volví al
presente. Ni tuvo que venir la policía. Yo fui el responsable, el
único responsable...
Con cosas como las
de ayer y cómo me las tomé, me doy cuenta de lo que he cambiado.
Gracias, gracias, gracias...