Cada viernes, un
compañero de trabajo se suele despedir de mí preguntándome por las
cenas o comidas que tengo ese finde y yo le respondo que una, dos,
tres o no sé, porque a veces no tengo ninguna planeada pero puede
surgir a lo largo del fin de semana. Y a lo mejor resulta que tuve
una, dos, tres o ninguna, porque las cosas que están planeadas
algunas veces pueden salir y otras ser canceladas. Y me lío con esto
de los planes porque hay una frase que me encanta: “si quieres
oír la risa de Dios, cuéntale tus planes”. Desde un personaje
puedes planificar todo lo que quieras, pero la vida te llevará a
donde tengas que ir. Y es que hay cosas que salen adelante y otras
que se atascan, como una obra de teatro en la que voy a participar,
que empezamos los ensayos el pasado mes de marzo pero después se han
parado a la espera de completar el casting. Pues debe ser que ahora
no es el momento y se retomarán cuando se tengan que retomar. O mis
viajes, que los suelo organizar con bastante antelación, pero
después esos viajes pueden salir o no, porque no sé qué pasará
cuando llegue la fecha. Yo sé los planes que hago, pero el de arriba
se estará estallando de la risa porque al final pasará lo que tenga
que pasar...
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