viernes, 19 de enero de 2018

36 velas

Déjalo todo, tu familia, tus amigos, tu trabajo, tus preocupaciones, tus anhelos… suelta todo eso y déjate llevar. Imposible resistirse a una invitación tan tentadora, a pesar de mis resistencias a soltar aquello que me entusiasma. Pero me dejé llevar, lo intenté, y con los ojos cerrados comencé a navegar sin rumbo definido hasta que empecé a escuchar el latir de mi corazón, mi timón, y el sonido del cuenco me hizo conectar con no sé qué… Siempre suelo decir eso, no sé qué, pues a veces las palabras no pueden alcanzar aquello que has sentido, si lo nombro perdería su fuerza, la magia de lo que no se puede describir. Y las 36 velas se fueron apagando, una a una, de mayor a menor, y con cada soplido sentía que me estaba muriendo, volviendo al origen. Me hundí, dejé de respirar abrazado bajo el agua, hasta que la vida compartió su oxígeno para que respirara. Me estaba invitando a seguir vivo, a compartir lo vivido… Y al final lo vi claro, lo de fuera es un reflejo de lo que tienes dentro…


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