Y
el sábado, en la comida familiar, presencié delante de mis narices
un
claro ejemplo de cómo repetimos
los patrones de generación en generación.
A un lado estaba mi tía, a otro lado mi prima, madre e hija. Al rato
llega la hija de mi prima, o sea, la nieta de mi tía, y empieza a
decirle a su madre “maaaa,
maaaa, ¿dónde está el bolso?”.
La madre, con poca paciencia, va y le da el bolso, en lugar de
indicarle donde estaba para que ella misma lo cogiera. La cuestión
es que no paraba de quejarse de que su hija siempre está llamándola
para que le haga todo. Acto seguido, es ella misma la que le dice a
su madre “maaaa,
alcánzame una servilleta”,
cuando ella misma podía haberla
cogido extendiendo su brazo. Te quejas de tu hija y tú haces lo
mismo, le dijo mi tía, lo que provocó la carcajada de los allí
presentes. Un gran aprendizaje, sí señor, esa comida familiar dio
para mucho...
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