Salir
a pasear, respirar el aire fresco de la mañana, darme un baño en la
playa, saborear un helado, escuchar el sonido de un cuenco... La
felicidad está en disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.
Ese fue el mensaje de Patricia y, cuando lo transmitía, siempre lo
hacía con una gran sonrisa. Ella decía que no podía hablar muy
alto y que tal vez no la escucharan, pero cuando hablaba todo el
mundo callaba, atento a sus palabras...
Y
mientras escribo estoy recordando la sonrisa que me dedicaste al
escuchar el sonido del cuenco, ese cuenco que te dejé y que te
acompañó en tus últimos momentos. Ese cuenco no tenía nombre,
pero a partir de ahora llevará tu nombre, porque la alegría brota
al pronunciarlo. Patricia, gracias por contagiarme de vida, gracias
por recordarme que la felicidad está en las pequeñas cosas de la
vida...
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