Después
de volver a trasnochar y deleitar a la gente con un nuevo baile de la
macarena, acaparando todo el espacio de la discoteca y teniendo el
privilegio de que nos la cantaran en castellano, amanecimos el cuarto
día en Madaba,
conocida como la ciudad de los mosaicos...
Madaba
es la quinta ciudad más poblada de Jordania y, aunque la mayoría
son de religión islámica, entre un 35-40% son cristianos, por lo
que existen numerosas iglesias, como la de St. Georges, y también
pudimos ver una procesión de Semana Santa. Lo que no suelo ver en
España, lo ví en Jordania...
Allí
me obsequiaron con este hermoso regalo y la dependienta tuvo el
detalle de colocármelo en la cabeza...
Después
visitamos el Monte Nebo, lugar sagrado que se recoge en la biblia y
desde donde pudimos disfrutar de unas increíbles vistas...
El
resfriado que había cogido el día anterior se estaba acrecentando y
no paraba de estornudar, pero poco a poco me fui recuperando y no
impidió que dejara de disfrutar. Los días eran calurosos, pero por
las noches llegaba el fresco y había que ir bien cubierto. Esa
noche, después de cenar en un bonito restaurante y con música de
violín de fondo, qué digo fondo, estaba justo al lado de nosotros y
prácticamente no podíamos hablar entre nosotros, lo que me daba la
risa, volveríamos a quedarnos en Madaba
para al día siguiente partir rumbo a Dana...
Y hasta aquí el cuarto día de la aventura. Acabo ya diciendo que estar vivo es un sí a todo. Estoy vivo, soy feliz por estar vivo, acepto el regalo de estar vivo...
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