Ayer
volvimos a recordar en meditación que todo -ismo crea un abismo:
islamismo, catolicismo, budismo, etc. Por eso fueron tan acertadas
las palabras del padre de Fadhi, el conductor de la furgoneta, al
afirmar que la religión no importaba, porque creaba separación
entre las personas. Lo que verdaderamente importaba era la humanidad
y hablar con el corazón...
Y
después de esto, voy a continuar con el relato del viaje...
Si
la noche anterior me había despertado por los cánticos que se
proyectan desde los altavoces instalados en los alminares o minaretes
de las mezquitas, en esta ocasión no hubo nada que interrumpiera las
tres horas de sueño que habíamos tenido. Nos habíamos acostado a
las tantas de la madrugada pero, a pesar del escaso tiempo para
dormir, me levanté descansado y pletórico, recordando y no dando
crédito a todo lo que pasó en casa de la familia jordana. En más
de una ocasión pensé que cuando lo contara a mi regreso no me iban
a creer. Difícil de explicar si no se está, complicado traducirlo
en palabras, aunque ahora lo estoy intentando...
El
tercer día de la aventura estaba en marcha y en esta ocasión
visitamos los castillos y fortalezas del desierto del este: Qasr
Al-Azraq, Quseir Amra y Qasr Al-Jarana. Todo era desierto y el
calor se notaba...
Por
el trayecto tuvimos un percance porque al conductor le pusieron una
multa al no tener la furgoneta los permisos adecuados, pero un
beduíno que pasaba por allí y que quedó encandilado con los ojos
azules y llenos de vida de Ángela, resolvió el problema al
instante. Al final de la jornada llegamos a Madaba
y fue allí cuando nos despedimos de nuestro amigo Fadhi. Dejamos la
puerta abierta a volvernos a encontrar en algún otro punto del
viaje, pero finalmente ese encuentro no se produjo. Eso sí, estuvo y
sigue estando presente en nuestro corazón, cómo olvidar lo que
pasó...
No hay comentarios:
Publicar un comentario