Los
cánticos árabes llamando a la oración hicieron que me despertara
de madrugada. Era real, estaba en Jordania, no era un sueño, o
quizás sí. ¿Quién me garantizaba que era real y no estaba
soñando?
Después
del desayuno nos dirigimos a Um
Quays,
que está próximo a la frontera con Israel, para visitar las ruinas
de la antigua ciudad de Gadara y desde donde se puede vislumbrar el
mar de Galilea o los altos del Golán. Nos encontramos con un gran
regalo, un grupo de niños jordanos entusiasmados con los turistas y
queriéndose hacer fotos con nosotros. Corazón en estado puro, como
el de la niña Sasha...
Después
visitamos Jerash,
un poderoso centro romano que nos sorprendió por su excelente estado
de conservación...
Y
al final de la jornada llegó lo que probablemente haya sido una de
las experiencias más intensas de este viaje. Estábamos hablando de
platos típicos de comida jordana y, de repente, el conductor de la
furgoneta nos invitó a cenar a su casa, contándonos que su madre
era una excelente cocinera. Al principio pensábamos que su familia
tenía un restaurante, pero no, era en su propia casa, así que
después de la sorpresa inicial, evidentemente no íbamos a
desaprovechar una oportunidad como aquella y aceptamos encantados la
invitación...
Estábamos
expectantes y en la guía leímos las costumbres del país para no
hacer nada que no debiéramos, como evitar comer con la mano
izquierda, pero la familia con la que topamos era muy hospitalaria y
abierta de mente, y ante la pregunta de si podía usarse la mano
izquierda para comer nos respondió el patriarca con un simple: por
qué no. Y es que lo que allí se vivió y se conversó rompió los
esquemas de muchos. Nos habló de que la religión no importa, sino
lo que verdaderamente importa es la humanidad de las personas. We
are one in the world, somos
uno en el mundo,
y yo miraba a Ángela y Ángela me miraba a mí con lágrimas en los
ojos. Está cansada, me decía él señalando a Ángela. No, no está
cansada, es que está emocionada por lo que estás diciendo, siente
tus palabras en el corazón. El mejor idioma para comunicarse es
hablar con el corazón, seguía el anfitrión. Ahora caigo en que era
miércoles, día en el que normalmente voy a meditación, y parece
que me estaban dando la meditación a distancia, pues lo que allí se
vivió es lo que aquí compartimos cada miércoles que asisto. Somos
uno en el mundo.
Hablaba con mucho amor y respeto hacia su mujer, que para él era lo
primero en el mundo, y decía de su hijo que tenía un corazón
blanco. Una familia muy unida y que rebosaba amor por los cuatro
costados. Lo que comimos a las tantas de la madrugada fue lo de
menos, porque muchos ya estábamos llenos con la conversación, pero
también merece ser contado porque el plato estuvo increíble. Se llamaba "maglouba", que consistía en pollo con arroz, berenjenas, tomate
asado, papas y cacahuete. Deliciosamente delicioso...
Acabamos
saliendo de madrugada, despidiéndonos con un baile que hicimos en
honor a la familia y como muestra de agradecimiento, la macarena, esa
canción que ha traspasado las fronteras. Fue tal la vivencia, que si
me dicen que al día siguiente tengo que volver a Lanzarote porque el
viaje se acaba, no me hubiera importado, y la experiencia también
hizo que el grupo se cohesionara en un tiempo récord, pues a todos
nos daba la sensación de que llevábamos una semana de viaje cuando
realmente sólo habíamos disfrutado de un día. Aún quedaba mucho
por vivir, vaya que sí...
Gracias Ibán por compartir !!!!!!
ResponderEliminarSigo tus escritos y me emocionan como si los hubiera vivido con vosotros .
Gracias ...Gracias ..... Gracias .!!!!!