A pesar de que hoy es uno de esos días con contenido, no quiero pasar la oportunidad de compartir una frase que he leído: "Pregúntate si lo que estás haciendo hoy, te acerca al lugar en el que quieras estar mañana". Y ahora sigo con otro de los días más intensos del viaje...
Sin
lugar a dudas, Petra
es el más importante enclave arqueológico de Jordania y la capital
del antiguo reino nabateo. Numerosos edificios cuyas fachadas están
directamente esculpidas en la roca, forman un conjunto único que
desde 1985 está inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la
Unesco. Actualmente también es una de las siete maravillas del
mundo...
Sí,
la ciudad rosa del desierto es majestuosa, imperial, sorprendente,
todo un regalo para los visitantes que acceden al lugar, pero lo que
yo me llevo de Petra
es otra cosa totalmente diferente...
Dicen
que para visitar todos los rincones de Petra
se necesitan al menos tres días, así que como sólo disponíamos de
día y medio, el plan inicial para el primer día era madrugar,
porque a las seis de la mañana ya abre sus puertas, y volver a
entrar por la noche para disfrutar de un concierto nocturno a la luz
de las velas. Ese era el plan inicial, pero ya dicen que “si
quieres que Dios se estalle de risa cuéntale tus planes”.
Al final disfrutamos del concierto, pero no en el lugar que nosotros
esperábamos...
Antes
de relatar lo del concierto, decir que terminamos almorzando en casa
de un nativo que sigue viviendo en Petra. Todos o casi todos los demás, aceptaron el ofrecimiento de trasladarse a un
pueblo cercano, pero él no quiso porque nació allí y seguirá
viviendo allí hasta que muera. Una casa que parecía un paraíso,
con un cuidado jardín rebosante de flores de colores. Nos abrió las
puertas de su humilde morada y hasta nos dio tiempo de echar una
cabezada. El señor, muy amable, nos contó que su nombre aparece en la
guía que nosotros llevábamos, la de lonely planet...
Ahora
sí voy con lo del concierto. Por la tarde, después de subir a un
mirador para ver desde las alturas el tesoro de la ciudad, unos
beduínos que tenían un chiringuito montado a los pies del
acantilado nos invitaron a disfrutar del concierto desde allí.
Digamos que era un delito, turistas tránsfugas que habían entrado
pero que no habían salido y que encima iban a disfrutar del
concierto sin pagar la entrada. Lo de la entrada era lo de menos,
porque si había que pagarla la hubiéramos pagado, pero aprovechar
la oportunidad que nos estaban brindando los beduínos no tenía
precio y por eso decidimos hacerlo...
Mientras esperábamos a que
comenzara el concierto, hicieron un fuego y todos nos reunimos
alrededor de las brasas, improvisando una cena con las sobras que
cada uno tenía del picnic del mediodía que habíamos reservado en
el hotel. Nunca un pepino, unos tomates y un paquete de galletas
dieron para tanto. Con un par de galletas fue suficiente para saciar
el estómago, que ya se estaba alimentando con la conversación y
enseñanzas de Fajad, el beduíno que se expresaba bastante bien en
inglés y que nos deleitó con una serie de acertijos, como el de si
lo dices lo rompes, que es el silencio,
o la afirmación de que tú
no eres tu nombre.
Toma ya, tocado y hundido. Así empezó la lección magistral de este
chaval y otra vez sentía que estaba en mi clase de meditación de
los miércoles. Today is today, tomorrow another day, proseguía el
beduíno. Hoy
es hoy, mañana es otro día,
invitándonos a vivir en el presente, en el ahora. Miraba al cielo y
no podía parar de reír. Y todo eso a la luz de la luna y sin hacer
mucho ruido, porque no podíamos utilizar las linternas ni el flash
de las cámaras. Fue alucinante, de principio a fin, y ese momento en
el que quisimos compartir con él algunos de los refranes españoles
traduciéndolos literalmente al inglés y la cara del beduíno de
no entender nada, eso tampoco tuvo precio y nos regaló muchos
momentos de risa en los días restantes del viaje...
Al acabar el
concierto salimos por un camino secundario que nos conducía al
pueblo donde han trasladado a la gente nativa. A las tantas de la
madrugada, sin más luz que la que nos proporcionaba la luna y con la
compañía de unos cuantos burros que nos ayudaron a subir por la
cuesta empinada, llegamos a la casa de Fajad y nos dió información
sobre algunas zonas de interés del país, como Wadi Araba. Al día
siguiente, lo contrataríamos para que fuera nuestro guía, y menos mal
que así fue...
Este fue otro de los
días en los que sucedieron cosas increíbles y difíciles de contar,
pero aquí estoy yo intentando ponerle palabras a lo que es
complicado traducir en palabras. Si consigo trasladarlos a esa hora y ese
lugar, aunque sólo sea un poquito, me daré por satisfecho...