A
pocos días de coger un avión que me transporte a la ciudad de los
rascacielos, siempre
me maravillo por la fuerza de esos pájaros de acero,
tan pesados y tan ligeros, utilizando el viento a favor para despegar
y nunca yendo a contracorriente. Así debiera ser, siempre fluyendo
con el viento y nunca nadando en contra de la corriente. Y me fascina
una cosa tan simple como la de en un mismo día amanecer en un lugar
y dormir en otro más o menos lejano. Con los aviones las distancias
se acortan, igual que entre las personas cuando conectan con el
corazón y no con la forma. No hay distancia, todos
somos uno...
Ayer
también tuve mi última clase de pilates, porque después del viaje
probaré una nueva actividad, el taichi, y mientras me miraba al
espejo me preguntaba quién era ese que se reflejaba. En fin,
preguntas
sin respuesta que se me pasan por la cabeza...
Pues
ya lo saben, el domingo me voy de viaje. Estaré de vacaciones un par
de semanas, pero si el de arriba lo quiere, espero volver para contar
todas mis experiencias. ¡Feliz
fin de semana para todos los seres sin ninguna excepción!
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