Octubre ya llegó y
el otoño también hace días que llegó. Los árboles de hoja
caduca comenzarán en breve a renovar sus hojas, sabedores de que es
un proceso natural, que pronto nuevas hojas fuertes y frondosas
volverán. Por eso lo viven sin miedo. Es parte de la vida. Y las
hojas se moverán al son que decida el viento, con un vaivén de lado
a lado, hasta que se posen en el lugar adecuado. Tampoco tienen
miedo, porque confían en el viento, ese viento que todo lo
envuelve...
El viento está en
todas partes, el viento lo es todo. El árbol, las hojas y el aire,
todo forma parte de todo. La hoja no se cree una simple hoja,
por eso disfruta con la danza del viento. El árbol no se cree un
simple árbol, por eso disfruta cuando el viento lo refresca y lo
desnuda, eliminando todo aquello que carece de vida para que entre
nueva vida. Pero si la hoja se creyera una simple hoja seguro que
estaría aturdida y angustiada por la fuerza del viento que
irremediablemente la lleva por donde la tiene que llevar. Sufriría
porque no tiene el control de la situación. Y si el árbol se
creyera un simple árbol, se alegraría cuando ese viento lo
alimenta, pero se enfadaría cuando ese viento lo pudiera arrancar.
Ellos no temen nada, no piensan, saben que no son lo que nosotros creemos que son. Nosotros los
vemos como hojas y árboles, porque así nos han enseñado a
percibir, pero ellos no se ven como hojas o árboles, sino como parte
de un todo. Nada desaparece, todo es eterno...
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