Me están resultando
graciosos los comentarios que pone la gente sobre mis escritos,
porque algunos creen que sigo de viaje y me dicen “a ver si
vuelves” cuando ya llevo días trabajando, o algunos que creen que
estoy haciendo un viaje express, a la prisa y corriendo, porque no se
explican que un día esté en Amsterdam, al día siguiente en
Washington y al otro paseando por Central Park. Simplemente estoy
contando mi viaje después de haber venido.
Ayer parece que se
retomaron los ensayos de una obra de teatro en la que voy a
participar, y aunque al final no ensayamos porque faltó la mitad del
elenco, me dio muy buen sabor de boca, sobre todo porque al grupo se
ha incorporado mi compañera y amiga Jimena. Será un placer contar
con su ayuda y amistad, porque de teatro sabe un rato y me sabrá
aportar buenos consejos.
Y
también quiero compartir que a veces nos infravaloramos incluso sin
darnos cuenta. Hacemos cosas que, fijándonos bien, las hacemos
porque no nos queremos lo suficiente. Ese ejemplo que pusieron de que
si alguien practica algún deporte y sufre una molestia, pero sigue
practicando esa actividad a pesar de la molestia, se trata de un acto
de infravaloración. Forzamos el cuerpo porque no nos queremos lo
suficiente. Si nos quisiéramos de verdad, cuidaríamos nuestro
vehículo e intentaríamos ponerle remedio. En fin, no sé, pero eso
me llevó a pensar que quizás yo me estaba infravalorando sin darme
cuenta en algunos aspectos, lo que casi me llevó a levantarme y
mirarme al espejo para decirme: ehh,
no, guapito, tú vales mucho. Al final hice eso mismo, pero sin mirarme al espejo...
Y
por aquí dejo una frase que me encanta, que muchas veces repite mi
amiga Manoli: “estate
en el mundo, pero no seas del mundo”,
o esa otra que dice que “estamos
de turismo por el mundo”.
Pues eso, que estamos aquí de paso...
Este mundo estaba en
el Museo del Aire y el Espacio, en Washington, muy bonito, por
cierto...
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