Como siempre, minutos antes de comenzar, caí al corazón y me dije que si
mi experiencia era capaz de ayudar aunque solo fuera a una persona, habría
valido la alegría venir hasta Vitoria… Y mientras comencé mi relato, allí
estaba ella, sentada casi al fondo de la sala, pendiente de mis palabras. Sus
lágrimas afloraban y mi corazón se emocionaba al sentir que mi mensaje era la
pieza que le encajaba para acabar su puzle y por fin sanar… Y cuando la tuve a
mi lado, de pie junto a mí, me reconocí en ella, experiencias similares,
afortunados por coincidir en un mismo rincón del planeta… ¡La sentí sana! ¡Está
sana! «¿Y tú irías a Mallorca?», me preguntó. «Yo estoy dispuesto a
ir a cualquier ciudad donde me abran las puertas y me quieran escuchar»,
fue mi respuesta. Y por eso Mallorca, la vida quiere que siga viajando de
ciudad en ciudad con la única intención de ayudar… Gracias, querida amiga, por
ser la llave que me está abriendo las puertas de un lugar que no conozco y que,
como suelo hacer, voy a dejarme llevar…
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