Así me llaman, el runner anarquista, tal vez porque corro libre
como el viento, sin estar pendiente de nada… Hasta que llegó un compañero de
juegos, un reloj multifuncional con tantos botones que todavía no sé para qué
sirven la mayoría de ellos… Y en Barcelona estrené mi nuevo juguete para ¿controlar?
el tiempo… Oye, que me estaba acostumbrando a eso de mirar el reloj para ¿controlar? la velocidad a la que iba yendo, pero algo pasó
después… ¿Se apagó? ¿Pulsé un botón sin darme cuenta? El caso es que la
información desapareció y me quedé en blanco, ya no podía ¿controlar?
nada… ¿Sería una señal?, pensé. ¿Realmente necesito mirar el tiempo porque las
distancias son más largas y sería interesante dosificar la fuerza o me basta
con seguir mi instinto, escuchar mi cuerpo? Como diría mi madre, una pa’ ver y
otra pa’ aprender…
Y a pesar del reloj, qué maravillosa experiencia. El tiempo fue lo de
menos, aunque muy contento porque cada vez voy mejorando. El aprendizaje fue
no estar tan pendiente del reloj, escuchar mi cuerpo y poner la cabeza y los
cinco sentidos en modo presente para deleitarme con lo que voy viendo, como
la imponente Sagrada Familia que me dio la fuerza que necesitaba para afrontar
los últimos metros… ¡Quiero recorrer el mundo corriendo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario