Por fin le puse cara a Jezabel, me habían hablado de ella, pero no la
conocía hasta aquel día que coincidimos en el hospital… ¡Qué pequeñita!, fue lo
primero que pensé. Nos miramos, me tendió la mano, me invitó a hablar y no
quise perder la oportunidad, y aunque el tiempo pasa y no puedo recordar cada
palabra, si cierro los ojos sí soy capaz de transportarme a la misma escena y
sentir nuevamente su mirada, una mirada que me llenó de vida y esperanza...
¡Qué grande es!, es lo que pienso ahora. Quizás ese primer encuentro empezó a
forjar lazos indivisibles entre los dos, sonrío al imaginarlo…
Y con un clic del ratón cerré ayer una etapa… Atrás quedaron meses de
trabajo que se han transformado en un proyecto en el que nuestras miradas se
vuelven a cruzar para contagiar al mundo de vida y esperanza... ¡Nuevos
tiempos, nuevos retos! Y juntos seguiremos compartiendo…
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