Hice la carrera y a pocos kilómetros de llegar a la meta empezó a llover, lo que me llevó a acordarme de Amsterdam y ese momento de caminar bajo la lluvia soltando todas las resistencias. Y disfruté, pues correr me está ofreciendo transitar por caminos por los que nunca había pasado. A pesar de vivir aquí, sigo descubriendo nuevos rincones...
Me lo tomé como un test. Con tanto viaje las ocasiones para entrenar escasean, además de que debo vencer la pereza. Hacer el kilómetro a 5:59 minutos es toda una hazaña, pero en la próxima carrera serán 10 kilómetros más y el cuerpo debe estar a punto para el último y gran reto del año, la carrera de 23 kilómetros que el mes de noviembre me espera, concretamente el día 18. ¿De qué me suena esa fecha? Las cosas del destino...
Así están las cosas, cuatro semanas por delante para prepararme...
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