Aún falta un día para que regrese a casa, pero ya puedo titularlo como el viaje de la sanación. Eso es lo que he estado haciendo en Amsterdam, sanando, abriendo todos los regalos que se me han presentado, algunos inesperados, ¡cómo me has sorprendido, vida! Y esos regalos me han dado la oportunidad de enfrentar miedos y conocerme un poco mejor.
Atrás quedó el juego de llegar a convertirme en un Amsterdamer, el gentilicio utilizado para los que viven en esta ciudad, pues tantos requisitos para llegar a ser uno de ellos terminaron por aburrirme, así que preferí ser yo mismo y jugar como un niño, un Amsterdamer a mi manera, según mis reglas, que básicamente es hacer lo que quiero y compartir mi tiempo con los que me abrieron su corazón y aceptaron mi nueva versión, a pesar del asombro inicial: confío tanto en la vida, que llévame por donde me quieras llevar...
Y hoy será la despedida... ¿Será difícil? Eso de vivir en la incertidumbre es lo que tiene, pues nunca sabrás cómo será el siguiente paso hasta que no lo hayas experimentado. Pero para mí no será una despedida, pues lo quiero vivir como una bienvenida. Una vez más, veré qué está detrás de esta oportunidad...
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