-¿Qué te pasa, estás nervioso?-, me preguntó. -Te recomiendo que no te escondas, muéstrate para que la gente te reconozca porque si no te entrarán más miedos-, me aconsejó. En ese momento estaba tímidamente oculto tras los escalones. -Tendrás treinta minutos para hablar-, me dijo. -¿Tanto?-, respondí para mis adentros. Con diez minutos bastaban...
Salí del rincón en el que me sentía protegido, empezó la conferencia y, no sé qué pasó, que comencé a llorar de la emoción porque estar viviendo aquello era inimaginable cinco años atrás. Respiré, sonreí y le dije a mi amiga: -I'm ready!" (¡Estoy preparado!). Y esperé pacientemente hasta que llegara mi turno...
Y cuando me llamó atravesé el pasillo con el libro en la mano diciéndome que el momento había llegado, que la oportunidad era aquí y ahora. Caer al corazón y confiar, esa era la clave de todo. Y al llegar a su lado empecé a hablar...
Mi sonrisa simboliza que ¡lo hice! ¡Fui capaz! Y al terminar mucha gente me comenzó a abrazar y a llorar. -No sé por qué, pero me has hecho llorar. Gracias por compartir tan linda historia- me decían. -Transmites con el corazón-, también me decían. ¡Lo hice! Fui capaz de llegar a la gente a pesar de hablar en otro idioma, que milagrosamente fluía. Una experiencia para soltar los nervios y la presión, pues aún no ha sido la presentación. Ya servimos el aperitivo y mañana será el plato principal de degustación...
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