Poco
a poco, brazada a brazada. Sacaba la cabeza para coger aire y volvía
a sumergirme en el agua para seguir nadando y, mientras lo hacía, me
preguntaba si quería un sueño feliz o un sueño sufrido. Nadaba,
seguía nadando, olvidándome del exterior y centrando mi atención
en el sueño que estaba viviendo, yo nadando en una piscina. Estaba
meditando bajo el agua, me olvidé de todo, nadando a mi ritmo,
porque qué prisas tenía de llegar a la otra punta de la piscina. La
primera vez, 25 metros se me hacían interminables y tenía que
descansar, pero ayer llegué a hacer 100
metros sin parar.
No había urgencia por llegar. Si
llegaba bien, y si me cansaba en medio de la piscina, paraba para
descansar. Pero
llegué y me sentí pletórico, renovado de fuerzas, con ganas de
más. Estaba creando un sueño en el que superaba mis límites, un
sueño feliz en el que no había exigencias...
Y
por aquí dejo otro de los preliminares de la maestría de Reiki Shin
Do: “Sé
consciente en todo momento de tu potencial de grandeza”.
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