En
la habitación de Patricia no se respira tristeza ni temor, se
respira esperanza. No se vive el proceso con resignación, se vive
con aceptación. No hay lugar para la oscuridad, sino sólo para la
luz. El amor que desprende la habitación de Patricia, mejor dicho,
el amor que desprende el ser de Patricia inunda toda la habitación.
En
el hospital se
ha creado un oasis en medio del drama, una
burbuja de esperanza,
y aquellos que entran en la habitación contribuyen a conservar ese
nido de paz. Prohibido
entrar a todos aquellos que hablen de muertes y tristezas.
Bienvenidos son los que alientan y transmiten mensajes de fe y
confianza...
Menos
mal que ya no analizo las cosas que hago, sino que simplemente las
hago. A pesar de que un pensamiento trata de decirme que estoy loco,
me dejo llevar. Te ríes por lo absurdo de la situación, pero luego
te convences de que debías estar allí y no en otro lugar. Lo cierto
es que ayer, a las tantas de la noche, me encontré recorriendo los
pasillos del hospital para volver a entrar en la burbuja. Allí nos
esperaban Patricia y su marido y ya no voy a contar más porque
difícil es transmitir la verdad
con palabras. Sólo puedo decir gracias por haberlos conocido.
Gracias Carmen por haberlo permitido...
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