Si
algo he aprendido durante este fin de semana es que antes de
reprender o corregir la actitud de un niño, hay que ponerse en el
lugar del niño y recordar si tú, cuando fuiste niño, no hacías lo
mismo. Gestionar los conflictos entre niños desde la visión de un
adulto a veces no es lo más acertado. Hay que dejar que las cosas
fluyan, observando la situación y actuando sólo en aquellos casos
en los que el conflicto vaya a mayores. Ellos, como niños, sabrán
resolver el asunto sin la intervención de ningún adulto...
El
sábado acompañé a mi sobrino Diego al curso de reiki impartido por
Ángela. Yo, que iba de oyente, al final acabé disfrutando como un
niño con el resto de niños: meditando, jugando con la energía y
coloreando mandalas, cuya finalidad es conseguir una alta
concentración y relajación, pero que el dibujo también llevaba
algún mensajito de regalo: “Sólo un exceso es recomendable
en el mundo: el exceso de gratitud” o “Creí
que pensando viviría mejor. Luego pensé mejor y me decidí a
vivir”...
Lo
dicho, y sin miedo a excederme, estoy eternamente agradecido. Gracias
Diego, Claudia, Santiago y Ángela por el rato compartido...
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