La
tarde fue lo que tenía que ser...
Llevar
a alguien a escondidas para que conociera a otro alguien, esa
básicamente era mi misión. Allí nos estaba esperando, en su trono,
la reina de corazones, con la mirada radiante, guapísima, siendo
también cómplice de la visita. El otro, entre emocionado y
con el corazón a mil, seguía mis pasos por los pasillos del
hospital. Confía en mí, le decía de vez en cuando, te prometo que
no te voy a dejar ingresado, también le repetía, provocando la risa
de aquel que se dejaba llevar sin tener la mínima idea de lo que iba
a ver...
Hasta
que por fin llegamos a la habitación y se produjo el esperado
encuentro. Allí estaban Patricia y su marido, allí llegamos Julen y
un servidor. Y después de las presentaciones iniciales me acomodé
en la cama y no perdí detalle de lo ocurrido. Estaba en primera
fila, viviendo un momento único, observando lo que hacían, testigo
de lo que se decían. Les miraba, me miraban; les sonreía, me
sonreían...
La
enfermedad sólo es el esfuerzo que hace la naturaleza para sanar al
hombre. Fíjate si nos quiere de verdad, que nos trae una
enfermedad para que conectemos con la vida. Es una oportunidad
para sacar nuestra mejor versión. Volví a recordar todas esas
frases que en su día me dijeron y que siguen presentes en mi
corazón. Ellos eran yo, yo era ellos, con la única diferencia de
que los médicos nunca me asustaron con el diagnóstico, a pesar de
la gravedad, y a ellos sí, pero viendo sus ojos brillar y la
fortaleza que ambos desprendían, sentí que eso simplemente era otro
peso u obstáculo que también podían saltar. Estábamos allí,
presentes, agradecidos por la vida y por todo lo que estábamos
recibiendo. Mis amigos...
La
tarde fue lo que tenía que ser, una experiencia maravillosa,
terminando de una forma inmejorable, haciendo lo que realmente nos
apetecía hacer sin temor a la vergüenza. GRACIAS...
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