jueves, 25 de junio de 2015

Lavarme la cara el día de San Juan

De pequeño disfrutaba mucho el día de San Juan. Recuerdo que, nada más levantarme, iba a lavarme la cara en una palangana con agua y hierbas aromáticas que mi madre preparaba la noche anterior. El agua estaba fresca y su olor me encantaba. Y después me vestía para ir a la playa. Disfrutaba. Esto era siempre así hasta que un día escuché a mi tía decir que si al lavarte veías el reflejo de tu cara en el agua es que vivirías al menos hasta el año siguiente, pero que si por el contrario no la veías, pues...

A partir de ahí, lo que hacía de forma inocente y sin pensar, con el único fin de disfrutar, se convirtió en un auténtico suplicio. ¡Qué miedo tenía de ir a la palangana a lavarme la cara!. ¿Y si no veía nada? Ahora lo veo claro, un adulto instaló esa creencia en mí, me metió miedo, generó una historia y yo cada año alimentaba esa historia añadiéndole más drama. Yo quería vivir, qué miedo me daba...

Ayer me volví a quedar en casa de mis padres y fui dispuesto a desactivar eso que de niño me hicieron creer. Yo iba con la cámara en mano, con ganas de sacarme la foto para compartir la historia a través de este blog. De vez en cuando un pensamiento se me colaba para decirme: “Sí, te veo muy seguro yendo hacia la palangana, pero como no veas el reflejo te cagas...” Ahora me reía, le contestaba no sé, gracias por tu opinión, pero fui con decisión para desactivar el miedo porque, si algo tengo claro, es que quiero vivir sin miedos...


Y esta tarde será lo que tenga que ser...

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