La del sábado fue
una de esas noches que merecen ser contadas, aunque tampoco sé qué
es lo que me gustaría contar, aparte del hecho de vivirla
descalzo...
Descalzo estuve en
la playa, disfrutando de un lindo anochecer en Famara, y descalzo
estuve en otro lugar en el que nunca me imaginé estar, al menos esa noche,
pero eso es lo bonito de las cosas, cuando llegas a lugares que no te
esperas y te dejas llevar. Estando allí sólo sé que tuve la
imperiosa necesidad de ponerme descalzo, de poner mis pies en
contacto directo con el suelo, moverme como pez en el agua, sintiendo
la música y bailando sin sentido...o con todos mis sentidos. Y todo
eso descalzo y sin temor a las miradas de los demás, contagiando y
contagiándome de la diversión. Estaba descalzo, me había quitado
los zapatos y me sentía libre...
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