¿Para qué están
los libros? Para leerlos, sobre todo si son libros que se regalan con
buena intención. Hace unos meses le regalé un libro a alguien
porque pensé que le podría ayudar, pero el libro se había quedado
como un objeto de decoración sobre una mesa auxiliar del salón.
Cada vez que visitaba esa casa allí mismo lo encontraba, en la misma
posición y con la portada muy lisa y radiante, como si ni siquiera
se hubiera abierto para hojear las páginas u oler su interior. Allí
seguía y yo ya me había acostumbrado porque esa persona no quería
leer el libro en cuestión. Pero ayer me dijo
que por mí se lo iba a leer, que iba a hacer ese sacrificio.
Sonreí y le dije que no lo hiciera por mí, que lo hiciera por él.
Bueno, creo que no hace falta decir que ese libro es “Sea más
feliz que el Dalai Lama”.
Tal vez le vaya
bien, vete tú a saber...
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