Una jaula que lo atrapaba, pero en la que creía estar
protegido; una jaula que lo aprisionaba, pero en la que creía estar
seguro. Su vida eran puras creencias que lo asfixiaban y anulaban hasta límites
insospechados, pero vivía cómodo en su más pura ignorancia. Podía abrir la
puerta, pero no se atrevía, tenía miedo a lo que pudiera encontrar fuera. F.
Nietzche se preguntaba: «¿Cómo podrías
renacer sin antes haber quedado reducido a cenizas?»
Un día, por fin, salió, empezó a volar y ahora es muy difícil que vuelva
a entrar…
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