Al final
llegué a Milán, un día más tarde de lo esperado, y pude visitar la EXPO, que
era el motivo principal del viaje...
Y gracias a
que íbamos con una gran maestra llamada Nina, avispada y sorprendentemente
locuaz para su corta edad, en un día visitamos más países que si hubiera estado
yo solo durante tres días, nada más y nada menos que trece, porque con los
niños no se hacían colas. Es que esto de ser niño es fabuloso...
Fue una
experiencia interesante, pasar de un país a otro sin aparente esfuerzo, sin
fronteras que atravesar, sin visados que solicitar. Desde Brasil y su divertida entrada, hasta España haciendo propaganda de su buena gastronomía, o la Polonia de Chopin, donde pudimos
disfrutar de un concierto con sus obras, Hungría, donde degustamos un típico dulce o el fresco bosque de Austria, pasando por supuesto por el
país anfitrión Italia y también
visitando otros países como Tanzania,
República Checa, Qatar, México y alguno más, trece en total…
El árbol de la vida será lo único que permanezca en el recinto cuando todo acabe. Un espectáculo de luz y sonido que invitaba a agradecer y vivir la vida...
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