lunes, 22 de diciembre de 2014

Échame un cable

No voy a andarme por las ramas, así que directamente voy a decir que los preparativos fueron un auténtico caos. El viernes pasado celebramos el último taller del año del Grupo VIVE, expresión corporal a través de la danza, y la verdad es que a punto estuvimos de cancelarlo porque nada salía como queríamos que saliese. Primero, porque estuvimos esperando por la llave del local pero no localizaban a la persona que la iba a entregar. Segundo, porque aunque al final el local se pudo abrir, en la habitación contigua iban a organizar un casting para murgas infantiles y la actividad requería un poco de silencio y concentración. Tercero, porque nos faltaba un cable HDMI para conectar el portátil con el cañón, y menos mal que un santo llamado Rafa nos echó un cable, y dos. Y cuando ya nos íbamos a apañar con lo que teníamos, siempre sucedía algo que nos impedía realizar la actividad en condiciones, con el consiguiente nerviosismo de María José, la que iba a coordinar la actividad...

Entonces, llegados a este punto, había dos opciones posibles, o aplazar la actividad o seguir pa' lante con lo que había. Las dos alternativas eran igualmente válidas, siempre y cuando nos la tomáramos desde la paz. Si la actividad se cancelaba no nos podía generar frustración, y si la actividad se realizaba tampoco nos podía generar frustración por el hecho de no poder llevar a cabo todo lo planeado, sino modificar la misma acorde a los medios de que disponíamos. Al final se optó por la segunda. En el momento de presentar la actividad me reí y dije que estaba encantado de que esto sucediera, porque es un ejemplo de que en la vida no siempre sucede lo que uno espera que suceda, pero eso no es impedimento para seguir avanzando, y esa es la filosofía del Grupo VIVE, vivir la vida con intensidad independientemente de los retos que tenga cada uno que solventar, antes, durante y después, porque la vida es un regalo. Y como la filosofía es compartida por las personas que asisten a los diversos talleres, todos íbamos a echar un cable para disfrutar...





Y ni qué decir que al final todo salió rodado, porque cuando los talleres se imparten con el corazón no hay obstáculo que sea imposible de saltar. Lo inseguro se vuelve seguro, la confianza renace en nuestro interior y la tarde fue un auténtico aprendizaje para todos. Todos salimos renovados bailando como niños. Gracias, gracias, gracias...



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