No
voy a andarme por las ramas, así que directamente voy a decir que
los preparativos fueron un auténtico caos. El viernes pasado
celebramos el último taller del año del Grupo VIVE, expresión
corporal a través de la danza, y la verdad es que a punto estuvimos
de cancelarlo porque nada salía como queríamos que saliese.
Primero, porque estuvimos esperando por la llave del local pero no
localizaban a la persona que la iba a entregar. Segundo, porque
aunque al final el local se pudo abrir, en la habitación contigua
iban a organizar un casting para murgas infantiles y la actividad
requería un poco de silencio y concentración. Tercero, porque nos
faltaba un cable HDMI para conectar el portátil con el cañón, y
menos mal que un santo llamado Rafa nos echó un cable, y dos.
Y cuando ya nos íbamos a apañar con lo que teníamos, siempre
sucedía algo que nos impedía realizar la actividad en condiciones,
con el consiguiente nerviosismo de María José, la que iba a
coordinar la actividad...
Entonces,
llegados a este punto, había dos opciones posibles, o aplazar la
actividad o seguir pa' lante con lo que había. Las dos alternativas
eran igualmente válidas, siempre y cuando nos la tomáramos desde la
paz. Si la actividad se cancelaba no nos podía generar frustración,
y si la actividad se realizaba tampoco nos podía generar frustración
por el hecho de no poder llevar a cabo todo lo planeado, sino
modificar la misma acorde a los medios de que disponíamos. Al final
se optó por la segunda. En el momento de
presentar la actividad me reí y dije que estaba encantado de que
esto sucediera, porque es un ejemplo de que en la vida no siempre
sucede lo que uno espera que suceda, pero eso no es impedimento para
seguir avanzando, y esa es la filosofía del Grupo VIVE, vivir la
vida con intensidad independientemente de los retos que tenga cada
uno que solventar, antes, durante y después, porque la vida es un
regalo. Y como la filosofía es compartida por las personas que
asisten a los diversos talleres, todos íbamos a echar un cable
para disfrutar...
Y
ni qué decir que al final todo salió rodado, porque cuando los
talleres se imparten con el corazón no hay obstáculo que sea
imposible de saltar. Lo inseguro se vuelve seguro, la confianza
renace en nuestro interior y la tarde fue un auténtico aprendizaje
para todos. Todos salimos renovados bailando como niños. Gracias,
gracias, gracias...
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