Faltaba
tanto tiempo y pensaba que no lo iba a soportar, que por unos
segundos se me pasó por la cabeza lanzarme al vacío y acabar con
todo, pero no lo hice, principalmente porque tan sólo fue un
pensamiento pasajero que duró unos segundos y, también en parte,
gracias a la persona que estaba a mi lado sustentándome, secando mis
lágrimas, lágrimas que salieron de mí y me renovaron por dentro,
recargando mi energía y fuerza para continuar. Siempre estaré
agradecido a esa persona, porque forma parte de mí, aunque las
circunstancias cambien. Hace tanto tiempo de eso…
Y
el sábado introduje mi deseo en el cuerpo del angelito
de los deseos.
Cuenta la tradición que el pueblo napolitano, en épocas de pobreza,
hacía estos angelitos con los distintos fideos que tenían en sus
casas y los obsequiaban a sus familiares y amigos. El que los recibía
escribía un deseo en un pequeño papel y lo colocaba enrollado
dentro del cuerpo del angelito para que se cumpliera. Pues bien, el
mío ya está escrito...
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