Ayer por la tarde, después de un refrescante baño en la piscina, hice una de las cosas que más me gusta, pasear por la ciudad y permitir perderme entre sus calles, total, siempre tengo tiempo de encontrarme... Eso me llevó al parque Lumphini, lugar de encuentro de los tailandeses que viven en Bangkok para hacer actividades al aire libre, y a la Khaosan Road, una zona con muy buen ambiente nocturno...
Y de camino a esa calle, me topé con un templo tan impresionante que tuve que parar para hacerle una foto, cuyo nombre, que lo busqué en Internet, era Wat Ratchabophit. A un joven húngaro, que también paseaba por allí, le pasó lo mismo y se quedó sorprendido por la belleza del edificio. Y después de conversar un rato y desearnos una buena aventura en Tailandia, nos dijimos adiós siguiendo cada uno por su lado. Me considero una persona sociable y me gusta conocer personas nuevas, pero al despedirnos sentí la dicha de volver a estar solo o conmigo mismo, lo que me hizo darme cuenta de que estoy disfrutando de esta aventura en solitario...
Y hoy tocó empacar las cosas y salir de Bangkok rumbo a Ayutthaya. A la recepcionista, al despedirme y darle las gracias por su hospitalidad, le pregunté cómo se decía gracias en tailandés, pero ¡madre mía!, por ahora me es muy difícil pronunciar dicha palabra...
Y esto de tener la mochila andante y moverme entre ciudades con los medios de transporte más autóctonos es de las cosas que también me encantan... Al final, me monté en una mini van y en Ayutthaya me espera una nueva cama...
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