miércoles, 9 de octubre de 2019

Decir no, una auténtica liberación


Y digo no, pero reconozco que a veces me cuesta. Mi cuerpo comienza a sudar, la boca parece secarse, la palabra pesa un quintal y por eso me cuesta sacarla hacia afuera, y la carga de la culpa intenta anudarme una soga al cuello para que quede a su merced arrastrándome por el suelo, pero si me callo es peor, si me guardo el no mi corazón se oprime y no me deja respirar...


Entonces digo no, elijo ser coherente y prefiero decir no antes que callarme hasta la muerte. Y así surge el milagro, la culpa se difumina, ya no está, era una invención de mi mente. Y agradezco, agradezco esos momentos cuando me doy cuenta que decir NO es una auténtica liberación



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