Y aunque iba la última, lo primero que exclamó al verme fue: ¡Es todo tan bonito! Ni una sola queja por el mal tiempo o la caída que había sufrido durante el tramo en bicicleta, ella se centró en lo bonito que estaba siendo la experiencia, hacer un triatlón en una isla casi desconocida y maravillarse por los encantos que esta le ofrecía... Seguía, no se rendía, por eso me dieron ganas de salir a buscarla y acompañarla durante la parte final de la prueba, pero no porque necesitara ayuda sino porque me quería seguir contagiando por el espíritu y la actitud que la envolvían... Y a pesar de ir con vaqueros y unas zapatillas poco apropiadas para correr, me fui a por ella para que me recordara por qué quiero seguir corriendo, para disfrutar y no rendirme nunca a pesar de las adversidades que me encuentre por el camino... Gracias, amiga, por conectarme con la vida...
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