Miradas que se cruzan y hacen que el ruido enmudezca y todo a tu
alrededor se detenga. Tres segundos son suficientes para vivir una
apasionada historia, tres segundos en los que saltan chispas que se pueden
apagar o avivarse aún más con la mirada, que sigue intacta, sin pestañear,
comunicándote sin hablar, tiempo suficiente para decidir apartar la mirada o
continuar, imaginar el sabor de los besos desde la distancia y permitir que la
química de los cuerpos se revolucionen por dentro… ¿Existirán esas historias fugaces
que podrán ser recordadas toda una eternidad?
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