Llegué el domingo por la noche un
poco cansado del viaje, pero el lunes me
puse manos a la obra a envolver los regalos, y como me habían dado una
genial idea de comprar papel marrón y lazos de colores, aproveché para
personalizar los regalos y escribir frases sueltas que iba cogiendo del libro “Sea más feliz que el Dalai Lama”. Es
curioso, pero a veces abría el libro al azar buscando una frase para una
persona, y el dichoso libro se paraba en la frase idónea o que por lo menos a
mi entender tenía relación con la persona en cuestión. Madre de Dios dije en
alta voz en más de una ocasión…
Y hoy fue el día de Reyes, y mi
sobrino de 11 años me despertó a las 5 de la mañana. Estaba impaciente y le
dije que se acostara conmigo, por lo menos hasta las 7. Qué va, sólo aguantó
unos minutos y después fue a despertar a la madre. Aún así, se contuvo hasta
las 7 para juntos abrir los regalos. No estaba presente, pero sé que delante de
la madre y al ver el envoltorio de los regalos le dijo algo así como: no sé pa’ qué gasta tanta tinta si al
final se va a romper el papel. En fin, que lo hice porque me pareció una
manera divertida y original de envolver. Y ni falta hace decir que la frase de
mi sobrino nos hizo reír un montón…
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