jueves, 22 de enero de 2015

Con cara de cordero degollado

Hoy volví al hospital a recoger los resultados de mi última revisión y me encontré nuevamente con la Doctora Ramos, a la que no veía desde hacía más de un año porque estaba de baja por maternidad. De hecho hoy me la encontré de casualidad, porque ella ya no atiende las consultas pero tuvo que sustituir a la que normalmente lo hace. Pero bueno, las casualidades no existen y volvimos a fundirnos en un abrazo y la conexión creada entre nosotros volvió a florecer, como si no hiciera tanto tiempo desde la última vez que nos vimos. La Doctora Ramos es de esas personas que hacen sentirte bien, que te acogen y que intentan transmitirte ánimos. Me acuerdo que tras mi última sesión de belleza (ya no me iban a dar más porque quedar más guapo era imposible) le dí las gracias, gracias por la sonrisa con que me recibía cada vez que iba, gracias por la fuerza que me daba, gracias por su vocación y la pasión que ponía en lo que hacía. Y ella se emocionó delante de mí, y mientras lloraba yo le decía que no siempre hay que recibir críticas, sobre todo los médicos que están acostumbrados a ello, que también tenían derecho a recibir halagos, que si alguien estaba agradecido por su labor también tenía que expresarlo, y como yo lo estaba, pues le daba las gracias, porque por aquel entonces ya empecé a expresar el agradecimiento por todo lo que me rodeaba...


Hoy me la volví a encontrar, y como ya me conoce, me empezó a preguntar por mis viajes. Sorpréndeme, me decía, y yo le contaba. Lo gracioso fue cuando le comenté que el otro día mi otro médico le dijo a una paciente que le recomendaba no viajar, que primero tenía que sanar y después volver a recorrer el mundo. Entonces yo le decía a ese otro médico que a mí nunca me dijo eso, que a mí incluso me animaba a viajar. Él me respondió que me ponía a llorar y suplicaba que me dejara y yo me echaba a reír pensando que era un exagerado. Pues bien, la Doctora Ramos dice que no lloraba pero que le ponía cara de cordero degollado y deslizaba la petición de viajar como quien no quisiera la cosa, a ver si me dejaban. Ajá, pues ya dos médicos coinciden en eso, al parecer ponía cara de niño bueno para que me dejaran viajar. Pues eso fue lo que hice, viajar, que la vida siguiera su curso normal mientras resolvía mi reto. Las carcajadas se sucedieron, terminó la consulta y nos despedimos con un fuerte abrazo. Y ni falta hace decir que los resultados están bien...

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