Hoy volví al
hospital a recoger los resultados de mi última revisión y me
encontré nuevamente con la Doctora Ramos, a la que no veía desde
hacía más de un año porque estaba de baja por maternidad. De hecho
hoy me la encontré de casualidad, porque ella ya no atiende las
consultas pero tuvo que sustituir a la que normalmente lo hace. Pero
bueno, las casualidades no existen y volvimos a fundirnos en un
abrazo y la conexión creada entre nosotros volvió a florecer, como
si no hiciera tanto tiempo desde la última vez que nos vimos. La
Doctora Ramos es de esas personas que hacen sentirte bien, que te
acogen y que intentan transmitirte ánimos. Me acuerdo que tras mi
última sesión de belleza (ya no me iban a dar más porque quedar
más guapo era imposible) le dí las gracias, gracias por la
sonrisa con que me recibía cada vez que iba, gracias por la fuerza
que me daba, gracias por su vocación y la pasión que ponía en lo
que hacía. Y ella se emocionó delante de mí, y mientras lloraba yo
le decía que no siempre hay que recibir críticas, sobre todo los
médicos que están acostumbrados a ello, que también tenían
derecho a recibir halagos, que si alguien estaba agradecido por su
labor también tenía que expresarlo, y como yo lo estaba, pues le
daba las gracias, porque por aquel entonces ya empecé a expresar el
agradecimiento por todo lo que me rodeaba...
Hoy me la volví a
encontrar, y como ya me conoce, me empezó a preguntar por mis
viajes. Sorpréndeme, me decía, y yo le contaba. Lo gracioso fue
cuando le comenté que el otro día mi otro médico le dijo a una
paciente que le recomendaba no viajar, que primero tenía que sanar y
después volver a recorrer el mundo. Entonces yo le decía a ese otro
médico que a mí nunca me dijo eso, que a mí incluso me animaba a
viajar. Él me respondió que me ponía a llorar y suplicaba que me
dejara y yo me echaba a reír pensando que era un exagerado. Pues
bien, la Doctora Ramos dice que no lloraba pero que le ponía cara
de cordero degollado y deslizaba la petición de viajar como
quien no quisiera la cosa, a ver si me dejaban. Ajá, pues ya dos
médicos coinciden en eso, al parecer ponía cara de niño bueno para
que me dejaran viajar. Pues eso fue lo que hice, viajar, que la vida
siguiera su curso normal mientras resolvía mi reto. Las carcajadas
se sucedieron, terminó la consulta y nos despedimos con un
fuerte abrazo. Y ni falta hace decir que los resultados están bien...
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