Por
fin, ayer, llegó la conversación que tenía ganas de tener con mi
sobrino desde hacía un tiempo. Mientras íbamos en el coche camino
del Deiland le empecé a contar que había ido al hospital a buscar
los resultados de la revisión y, de repente, le dije “porque
no sé si sabes que lo que realmente tuve fue un cáncer”.
Entonces me miró fijamente y me preguntó si
podría haber muerto.
Sí, claro, le contesté, pero no lo estoy porque sané, y por eso te
lo quería contar, para que no asociaras el cáncer con la muerte
sino con la oportunidad. Al final tenía razón, me dijo, porque se
lo había preguntado a mi madre y ella me dijo que no. ¿Mi madre lo
sabe?, me preguntó tan inocente. Sí, pero seguro que a ti te decía
que no para que no te preocuparas, le contesté. ¿Y cómo te
enteraste?, me volvió a preguntar. Pues porque me hicieron una
analítica y los parámetros estaban algo descontrolados. ¿Pero qué
fue lo que te provocó eso?, me volvió a preguntar. Se refería a si había comido algún
alimento o algo para él dejar de tomarlo. Ante tantas preguntas no
sabía cómo seguir abordando la conversación con un niño de 11
años con ansias de conocer, pero al final le dije que no tenía nada
que ver con eso, que no fue porque comí tal cosa o bebí tal otra,
que a veces las enfermedades aparecen sin más y que puede que todo
sea emocional. Mira Diego, yo ahora estoy feliz porque hago lo que
siento y antes, tal vez, no. Por eso siempre tienes que seguir a tu
corazón y confiar plenamente en ti. Es importante valorarte y que te
quieras mucho. No esperes a que los demás te quieran, que también
está bien, sino quiérete tú mismo. Sí, asentía cada vez que le
decía algo. Y de repente me suelta “¿tú
ya no discutes?”.
Empecé
a sonreír y le lancé otra pregunta, si pensaba realmente que ya no
discutía. No, desde que te pasó eso no te he visto discutir, me
dijo. Entonces mi respuesta fue que alguien me preguntó una vez
“¿qué
prefieres, razón o salud?”
y, a partir de ahí, me di cuenta de que antes discutía mucho
porque quería imponer muchas veces mi razón, pero que lo
verdaderamente importante es tener salud, porque yo la quería
recuperar, y ahora que estoy sano sigo prefiriendo tener salud a
tener razón. Todo lo demás, no tiene importancia...
No
sé, simplemente sentí que esta conversación la tenía que tener
algún día con mi sobrino, para que se le fueran ciertos miedos, y
justo llegó ayer, con un
manto de flores amarillas
como testigo. Se percató él primero y disfrutamos de la vista los
dos...
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