Ayer fue uno de esos días que si me dijeran que al día siguiente tuviera que regresar a España, no me hubiera importado porque mi corazón estaba lleno de agradecimiento ya que fueron muchos los momentos atesorados…
Y todo comenzó cuando al llegar a Zacatlán conocí a Micaela y su tienda “La cosecha de mi tierra”, que a su vez me recomendó el restaurante de su amiga Maru Hernández, “Toma Todo”, donde pude degustar un mole poblano que estaba para chuparse los dedos y me hice amigo de un perro llamado “Chiclín”, a saber si se escribe así, que estaba merodeando por mi mesa. Y entre plática y plática, se enteró de que había venido a Puebla a presentar mis libros y entonces recibí una invitación para hacer una presentación en su restaurante, en el que justo iban a dar una charla sobre “Los cuatro acuerdos”, un libro que tuve la oportunidad de leer hace ya unos años y me marcó muchísimo. ¡Viva la sabiduría tolteca! Y sí, ayer se plantó la semillita para regresar a México...
Estaba tan agradecido con Micaela, que volví a su tienda para hacerme una foto con ella. Y es que no solo me aconsejó sobre dónde comer y qué visitar en Zacatlán, sino que me recomendó que fuera a las cascadas Tulimán por mi cuenta, sin necesidad de hacerlo con una excursión organizada. Pues pa’ allá que fui, contento por saborear la libertad y mezclarme entre la gente local utilizando sus transportes públicos y atravesando varios caminos en solitario hasta llegar a las cascadas. ¿Y qué hice allí? No me pude resistir y me lancé por una tirolina y atravesé un puente colgante aunque tuve que tragar saliva por lo acojonante de la experiencia, pero es que a mi niño interior le encanta mucho la aventura y de vez en cuando me gusta consentirlo…
Y para rematar, que fue la guinda del pastel, llegué a Chignahuapan y me tomé un agua de coco y compré un dulce típico de allí para comérmelo por el camino… Como dije al principio, ayer fue un día para enmarcar, viajar improvisando...
No hay comentarios:
Publicar un comentario