Y la posibilidad remota que nunca llegué a contemplar ocurrió, a mitad de carrera el reloj saltó por los aires, desapareció de mi muñeca y me quedé sin referencias. ¿Y ahora qué hago?, me pregunté. Frené en seco e invertí unos segundos en decidir si retrocedía unos cuantos metros en busca de la esfera que marca el tiempo o continuaba sin él dejándome llevar por mis sensaciones. Opté por lo segundo, por activar mi reloj interno y continuar corriendo. Aquello era material, ya no me pertenecía además de que estaba por cambiarlo, pero la oportunidad de mejorar mi marca en una media maratón por la que tanto había entrenado estaba sucediendo allí en ese preciso momento, así que solté al controlador y me dejé llevar por el corazón… El resultado, ¡mejor de lo esperado!
No hay comentarios:
Publicar un comentario