No venir hubiera sido arrodillarme ante el miedo, perder la partida y ceder mi terreno. Cancelar el viaje hubiera sido atentar contra mi corazón, que me pedía a gritos que subiera al avión, recordándome la libertad de decidir por mí mismo y no contagiado por el temor de lo que está pasando. Salir de mi zona cómoda, si estuviera ironizando escribiría a continuación menuda novedad, vivir con la incertidumbre, el pan mío de casi cada día de mi existencia, qué más da una experiencia más sin saber qué pasará… Me siento en paz, volando hacia un reencuentro que estaba deseando desde hace tiempo. Hoy, por fin, después de 138 días sin verla, estoy a punto de volver a abrazarme con ella y completar el trío mágico… Bailo, me agarro a ti con firmeza que me regalas respirar y bailo…
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