Sopló el viento, ¡qué digo viento! Me quedo corto, llegó un
vendaval, un tornado de garra, emociones y sensibilidad, todo concentrado en una
maravillosa mujer cuya presencia escénica te anima a seguirla con la mirada sin
pestañear. La voz de Lanzarote, así la bauticé hace unos años, tal vez un día de
viento, y recuerdo con gratitud ese momento, agradeciendo estar vivo y
agarrándome a su voz como un motivo más para estar vivo. Seis años después, su
disfrute sobre el escenario me seguía haciendo disfrutar, era testigo de su
felicidad y de su sueño hecho realidad, el nacimiento de su nuevo hijo llamado viento,
pura fuerza que te envuelve por dentro, que te rodea con sus manos invisibles y
te invita a bailar, regalándonos su música y haciéndonos vibrar por fuera y por
dentro. Tal vez ella también nació un día con viento, no sería de
extrañar. ¡Viva la madre que la parió! Y que siga soplando el viento…
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