Inventar personajes y disfrazarlos con historias y vivencias que van
marcando su personalidad. Él soñador, ella temperamental, él creativo, ella
racional, él vulnerable, ella una roca incapaz de mostrar su fragilidad, viento
y fuego, mar y tierra, desconocidos que se habían encontrado a la misma hora y en un mismo lugar, en la cafetería de la esquina que acababan de inaugurar. Él un café, ella un té con sabor a jazmín, una mirada fugaz, apenas tres segundos, pero suficientes
para tener la certeza de querer mirar más, polos opuestos que aún no se conocen pero que se reconocen. Ojos color miel los de él, verde esmeralda los de ella, solo coincidían en los labios, carnosos los de ambos aunque los de ella resaltaban más por el rojo intenso de su pintalabios. Y de repente sienten la fuerza de la atracción y se funden en un beso inesperado, fuera de lo normal, uno de esos que
te desconciertan y hace que bajes la guardia, un beso de agradecimiento y que
provoca tanta química que vale más que cualquier medicina, un beso de esos
que son el primero, que te pone loco de contento, que te hace saltar y bailar
sin parar, que te hace soñar, esos besos que no olvidarás jamás…
Tal vez, algún día, continúe con esta historia que me acabo de inventar. Como todo en la vida, no se sabe cómo acabará, pues lo único cierto es el presente que estamos viviendo...
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