El único vuelo que cogí ayer fue el del avión que me trajo de regreso a
la isla del fuego, Lanzarote, y mientras iba descendiendo para aterrizar, el
aparato subía y bajaba mecido por el viento, y sentí las cosquillas en la
barriga que de niño me hacían reír, y volví a reír, quería seguir…
No pude volar más, no era el momento, en su lugar, la vida me dio la
experiencia de ver cómo las personas afianzaban bien sus pies en la tierra, ese
es el primer paso, caminar hacia las cadenas que te amarran al sufrimiento,
observar las incoherencias y cambiar de dirección para fluir por el camino del
amor... Y entonces sí podremos volar, pues lo primero es liberarnos del
lastre para que el globo pueda elevarse…
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